“Y cuando el primer rayo de luz apareció en el horizonte, no sentí alivio. Sentí respeto. Porque la noche no nos había vencido. Nos había unido en su sombra.”
Desde la orilla – Xavier Dueñas
Hay momentos en los que no se necesita explicar nada. Solo estar ahí. Con un respeto profundo por lo que ha dolido. Por lo que se perdió. Por quienes aún están, de pie, aunque por dentro sigan temblando.
Vivimos en una época en la que todo se acelera, se comenta, se interpreta. Pero frente al sufrimiento real, auténtico, muchas veces lo único que cabe es una forma de respeto silencioso. Ese que no invade, que no interroga, que no exige resiliencia ni valentía. Solo presencia. Solo humildad.
Este fragmento de Desde la orilla nos recuerda que la verdadera humanidad no se mide por las palabras que decimos, sino por la manera en que acompañamos a quienes sobreviven. Porque sobrevivir no es un final feliz. Es un comienzo incierto que merece cuidado.
Tal vez eso sea lo más sagrado que podemos ofrecer: no soluciones, no discursos… sino un respeto profundo. Por lo vivido. Por lo perdido. Y por quienes, a pesar de todo, siguen.
Este texto forma parte del relato Desde la orilla, una historia que nos invita a mirar el dolor con dignidad, y a honrar el silencio como un acto de amor.