Sembrar en medio del colapso

«¿Este será el árbol que salve el bosque?»
«Lo escucho. Y aunque podría hablarle del tiempo que necesita la ceiba para crecer… guardo silencio.»

Tierra roja – Xavier Dueñas

En un mundo que parece estar ardiendo por todos lados —en la tierra, en la política, en los vínculos—, es fácil pensar que ya no hay nada que hacer.

Y, sin embargo, ahí están: quienes siguen sembrando. Quienes riegan una planta sin garantías. Quienes levantan un vivero cuando todo fue quemado. Esta entrada es un homenaje a esos gestos mínimos que sostienen el mundo.

Este texto forma parte del relato Tierra roja

La soledad no siempre grita

“Mientras yo hablaba con otros, mientras explicaba cómo cuidarse, ella se apagaba en soledad. Privada de despedidas, yo privado del consuelo de decirle que estaba.”

Todo lo que no llegamos a saber – Xavier Dueñas

📖 La soledad no siempre se anuncia. No lleva cartel, ni siempre deja rastro evidente. Puede estar presente incluso en quienes parecen estar bien, en quienes no piden ayuda.

El relato nos recuerda que en tiempos de crisis —como fue la pandemia— no solo hubo falta de recursos o información, sino una epidemia más silenciosa: la de las ausencias que no pudimos evitar. Y también, la de aquellos que, ocupados en ayudar a otros, no lograron llegar a tiempo a su propio hogar.

Hoy más que nunca necesitamos afinar la mirada. Prestar atención a los gestos cotidianos que esconden un “estoy solo”, un “te necesito”. Porque nadie está del todo a salvo si alguien a nuestro lado se está desvaneciendo en silencio.

Este texto forma parte del relato Todo lo que no llegamos a saber

La herencia invisible que sostiene nuestro presente

“No eran solo instrumentos de trabajo. Con esas palmas curtidas que hablaban un idioma antiguo, hecho de actos que solo entienden quienes han vivido mucho y esperado poco.”

Las manos de sal – Xavier Dueñas

En un mundo que idolatra la novedad, que corre detrás de lo último, lo más rápido y lo más brillante, este relato nos recuerda algo esencial: la verdadera riqueza quizá no está en lo nuevo, sino en lo heredado silenciosamente de quienes estuvieron antes.

Hay saberes que no se compran ni se exhiben en redes: la paciencia de esperar la marea, la forma de dar sin esperar aplauso, el valor de sostener la vida en lo cotidiano. Tal vez, más que inventar siempre lo nuevo, deberíamos aprender a mirar lo invisible que ya nos sostiene, esa herencia callada que pasa de manos en manos, sin estridencias.

Este texto forma parte del relato Las manos de sal.

Cuando un pueblo entero decide callar

“Esa noche, el pueblo fue un cuerpo entero suspendido en el aire. El silencio habitó las casas, los bares, las calles. Nadie encendió música. Nadie entró al mar.”

Desde la orilla – Xavier Dueñas

📖 ¿Recuerdas la última vez que un lugar entero se detuvo para guardar silencio?

No por imposición, ni por consigna… sino porque algo en el alma colectiva supo que no hacía falta decir nada. Que el dolor, cuando es compartido, no necesita palabras. Solo respeto.

Vivimos en un mundo donde todo se expresa, se publica, se grita. Pero hay momentos que solo pueden ser honrados con una pausa. Con ese tipo de silencio que une, que consuela sin tocar, que no juzga ni exige.

Este fragmento de Desde la orilla retrata uno de esos instantes raros y preciosos: cuando la comunidad entera eligió el silencio como forma de duelo. Sin discursos. Sin banderas. Solo quedarse. Solo estar.

Tal vez, en este tiempo que corre tan deprisa, necesitemos volver a aprender ese tipo de silencio. No como ausencia, sino como abrazo.

Este texto forma parte del relato Desde la orilla, una historia que narra con ternura y verdad lo que pasa cuando el mar se lleva demasiado, y lo único que queda es acompañar.

Los que cuidan en silencio, sin pedir nada a cambio

“No hablaba de heroísmos ni de sacrificios épicos. Solo actuaba con lo que quedaba: un gesto, una palabra pequeña, una presencia.”

El que se quedó – Xavier Dueñas

📖 ¿Quién habla hoy de quienes cuidan sin ser vistos? ¿Quién nombra a esa enfermera que se queda una hora más sin que nadie se lo pida, a la madre que no duerme pero sonríe, al voluntario que aparece donde nadie lo espera?

Hay una forma de amor que no necesita ruido. Que no exige medallas ni agradecimientos. Que solo se manifiesta en la acción pequeña, repetida, diaria, silenciosa. En quedarse. En mirar con ternura. En tocar sin herir.

El que se quedó es un relato que no embellece ni dramatiza: simplemente ofrece presencia. Le da cuerpo a esos que sostienen el dolor de otros sin esperar recompensa. Que, como el médico de esta historia, siguen ahí incluso cuando todo se derrumba. Y en ese seguir, nos enseñan la forma más profunda de amor: cuidar sin esperar nada.

Este texto forma parte del relato El que se quedó, un homenaje silencioso a quienes hacen del cuidado un acto de resistencia y humanidad. A quienes, aun invisibles, son los que nunca se rinden.