“El nombre era mío. Era tuyo. Era nuestro. Era la raíz que seguía viva, incluso bajo la tierra quemada.”
El nombre que me diste – Xavier Dueñas
Hay nombres que se convierten en trinchera. En un mundo que nos impone etiquetas, ser llamado por nuestro nombre verdadero es una forma de salvación. Es el gesto más simple y, al mismo tiempo, el más profundo: alguien te reconoce, te recuerda, te afirma.
📖 ¿Cuántas veces hemos sentido que al perder nuestro nombre, perdíamos también nuestra historia?
En contextos de violencia o desarraigo, recuperar el propio nombre no es un acto simbólico. Es un acto de insurrección íntima. Porque nombrarse a uno mismo, en silencio o en voz alta, es negarse a desaparecer por completo. Es una forma de decir: sigo aquí.
Este texto forma parte del relato El nombre que me diste