La sombra del tamarindo

Antes de leer

Hay lugares donde la vida apenas se sostiene, donde cada día se elige en silencio, donde el amor se mide por la resistencia. En esos lugares, el nacimiento de un hijo no se celebra con cantos ni se adorna con sonrisas, sino que se sostiene con la fuerza ciega de quien aún cree en el milagro de insistir. Esta historia evita héroes y redenciones. No busca emocionar con exceso ni suavizar con compasión. Solo se detiene, por un instante, en ese punto exacto donde el cuerpo cede y, sin embargo, el alma todavía arde.

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La sombra del tamarindo es un relato de una belleza austera y punzante que acompaña, desde la intimidad más radical, la jornada de una mujer embarazada que camina entre hambre, soledad y resistencia. Desde el primer amanecer —cuando se levanta impulsada más por la necesidad que por la esperanza— el texto instala un tono de hondura silenciosa: la casa exhausta, los hijos dormidos como semillas, el cuerpo que duele pero insiste .

El tamarindo, árbol antiguo y casi sagrado, funciona como un eje simbólico donde convergen memoria, herencia y fragilidad. Bajo su sombra, la protagonista recuerda a su abuela, la fruta compartida, la ternura perdida, y se confronta con su propio miedo: traer una vida al mundo cuando el mundo parece no sostener a ninguna . La travesía hacia el centro de distribución de alimentos revela la brutalidad cotidiana: filas exhaustas, cuerpos que caen, miradas sin consuelo y mujeres convertidas en sombras de sí mismas por la necesidad .

Pero es en el regreso, bajo el árbol, donde el relato halla su núcleo emocional: el movimiento mínimo del hijo que crece dentro de ella, un gesto que abre grietas en la desesperanza y convierte la maternidad en acto de resistencia, no de ingenuidad. Con una prosa poética, lenta y luminosa, La sombra del tamarindo muestra cómo, aun en la tierra más árida, puede abrirse la posibilidad de una semilla.