Vivimos en un tiempo en que las preguntas más importantes ya no son técnicas, sino éticas. No se trata de si los algoritmos serán capaces de gestionar fábricas, diagnósticos médicos o sistemas educativos, sino de qué haremos nosotros cuando ya no seamos necesarios para esas tareas. La inteligencia artificial avanza con una velocidad vertiginosa, pero las ideas con las que organizamos la vida colectiva —trabajo, renta, ciudadanía, valor, tiempo— permanecen ancladas en un pasado que se desvanece.
Durante décadas, el progreso tecnológico fue presentado como una promesa de liberación. Hoy, sin embargo, muchos lo perciben como una amenaza: no solo al empleo, sino a la dignidad, al propósito, a la cohesión social. Este giro no es menor. Cuando el trabajo pierde su centralidad, lo que tambalea no es solo el sistema económico, sino el edificio entero de la modernidad.
Este ensayo nace de esa grieta. De esa sensación compartida de que el mundo se está moviendo más rápido que nuestras instituciones, nuestros marcos de pensamiento y nuestras narrativas colectivas. No pretende ofrecer respuestas cerradas, pero sí abrir preguntas urgentes. No busca generar alarma, sino conciencia. No se dirige solo a especialistas, sino a todos los que presienten que el futuro se está escribiendo sin ellos.