Antes de leer
Escribí este relato con el cuidado con que se toca una herida viva. No porque crea tener respuestas, ni porque pretenda hablar por quienes cargan realidades que solo alcanzo a intuir desde la distancia, sino por una necesidad: escuchar, mirar de frente, no callar.
Hay historias que quizá no deberían ser narradas por otros, pero que necesitan ser nombradas para no desaparecer. Esta es una de ellas. La escribí con el corazón entre las manos, con más silencio que palabras, intentando sostener lo invisible: la dignidad de quienes sobreviven cuando todo alrededor empuja a rendirse.
Empieza el viaje
En una aldea del Sahel, donde la tierra se agrieta bajo el sol y el agua se convierte en milagro, Zeynab, una adolescente, sobrevive entre el polvo y los silencios. Tras la pérdida de su madre y el cierre de la escuela, queda a cargo de su hermana menor y de una rutina que exige renuncias diarias. En este paisaje de escasez extrema, donde la infancia se desvanece y la dignidad se negocia, Zeynab se ve forzada a ofrecer su cuerpo a cambio de arroz.
Nada crece aquí no es solo el retrato de una joven que resiste: es también una denuncia velada, un testimonio ficcionado de tantas niñas que, en contextos olvidados por el mundo, enfrentan decisiones que nunca deberían ser necesarias. Un relato íntimo y estremecedor sobre la violencia silenciosa, la herencia del cuidado y la fuerza de escribir —aunque sea en la arena— como acto de resistencia.
