El huerto escondido

Antes de leer

Este cuento invita a reflexionar sobre un tema muy presente en la infancia: el deseo de tener algo propio y, al mismo tiempo, la importancia de aprender a compartir.

Tomás, el protagonista, vive en un barrio donde las carencias son parte de la vida diaria. Su descubrimiento de un huerto secreto representa esa necesidad de intimidad y de pertenencia tan fuerte en los niños y niñas.

Sin embargo, a medida que la historia avanza, se pone en juego la empatía: el hambre de Clara, la generosidad de don Ernesto y la sabiduría de la abuela se convierten en espejos que ayudan a Tomás a crecer.

Empieza el viaje

¿Alguna vez soñaste con tener un lugar secreto, solo tuyo, donde nadie pudiera entrar?

Eso mismo deseaba Tomás, que siempre debía compartir todo: la cama, los juguetes, hasta el último trozo de pan. En su barrio nunca había silencio ni rincones propios; todo era bullicio, risas, voces y objetos que pasaban de mano en mano.

Un día, siguiendo a un gato flaco y curioso, descubrió algo inesperado: una puerta oxidada escondida tras un muro con grafitis. Al empujarla, se abrió un mundo distinto. Detrás no había basura ni ruido, sino un huerto mágico, lleno de tomates rojos, fresas dulces y menta que perfumaba el aire. Por primera vez, Tomás sintió que algo era solo suyo.

Sin embargo, los secretos pesan. Y más cuando una amiga llega con hambre a la escuela, cuando un vecino busca en la basura o cuando una abuela repite frases que hacen pensar. El huerto no era solo un refugio verde: también parecía responder a sus pensamientos, floreciendo con la generosidad y marchitándose con el egoísmo.

En este cuento acompañarás a Tomás en un viaje donde descubrirá que algunos tesoros crecen cuando se comparten.

Prepárate: detrás de esta puerta de palabras también florece un huerto, y quizás una lección para tu propia vida.