El faro apagado

Antes de leer

Este cuento quiere ser algo más que la historia de un faro y una tormenta: es una invitación a pensar la esperanza como una acción compartida, a descubrir que la resiliencia se construye en comunidad y a valorar cómo los gestos pequeños, cuando se suman, pueden iluminar incluso las noches más oscuras.

A través de Mateo, Lucía y Tomás, las niñas y los niños ven que no basta con esperar a que alguien resuelva los problemas: es necesario atreverse a proponer, probar, equivocarse y volver a intentar, siempre contando con el apoyo de los demás.

Empieza el viaje

¿Alguna vez has pasado una noche de tormenta mirando por la ventana?

Los relámpagos iluminan el cielo, los truenos hacen temblar las paredes, y aunque sabes que la tormenta pasará, a veces parece que la oscuridad lo cubre todo.

En esos momentos, ¿qué haces? ¿Te escondes bajo las mantas, o buscas una luz que te dé seguridad?

En este cuento conocerás a Mateo, un niño que sueña con ser farero, igual que lo fue su abuelo.

Para él, el faro del acantilado es más que una torre: es un ojo que nunca duerme, una promesa de que su pueblo nunca estará solo.

Pero una tormenta inesperada cambia todo: el faro deja de brillar y el pueblo queda sumido en la incertidumbre.

Con sus amigos Lucía y Tomás, Mateo descubrirá que la esperanza no siempre llega de las cosas grandes, sino de los pequeños gestos.

Que la resiliencia no es aguantar sin más, sino levantarse una y otra vez para encender lo que parece apagado. Y que, a veces, la luz más poderosa no viene de una lámpara, sino de las personas que deciden brillar juntas.

¿Te animas a descubrir cómo un pueblo entero aprendió a alumbrar la noche?