Antes de leer
Cada uno de los relatos de este libro nace de un temblor íntimo, de esa conmoción que a veces aparece sin previo aviso y se queda latiendo en el pecho. Son historias recogidas desde la orilla de lo visible, desde ese lugar donde la dignidad se defiende con gestos mínimos y la esperanza no se proclama, pero insiste.
Cada relato es un lugar de refugio, una invitación a quedarse junto a lo que duele, una forma de decir: aquí también hay vida, aquí también hay belleza, aquí también se sostiene el mundo.
Si decides leerlo, hazlo con el alma disponible. Este no es un libro para pasar el rato, sino para detenerse. Para recordar. Y, quizás, para empezar a mirar desde otro lugar.
Empieza el viaje
Hay verdades que no entran en un gráfico. Y hay historias que, por no encajar en un balance, se quedan al margen. Este libro nace de ahí: de los bordes. De ese lugar donde la humanidad no se mide en indicadores ni se resume en cifras, sino en miradas, silencios y gestos mínimos que, aunque no hagan ruido, sostienen el mundo.
Estos relatos no pretenden explicar el presente ni resolver sus fracturas. Tampoco buscan conmover. Solo intentan acompañar. Mirar con respeto a quienes viven entre escombros, exilios, pérdidas o renuncias sin que su dolor se convierta en espectáculo. No hablan por nadie. Hablan con. A veces con palabras, a veces con silencios que solo pueden sostenerse desde la escucha atenta.
Quien lea estas páginas encontrará historias situadas en rincones muy concretos del mundo: un refugio subterráneo, una escuela en el polvo, un muelle donde la vida llega exhausta. Pero en el fondo, todas hablan del mismo lugar: ese punto invisible donde lo vulnerable insiste en no rendirse.
La escritura, aquí, no ofrece respuestas. Ofrece presencia. Porque estar, aunque no sepamos qué hacer, también es un modo de cuidar. Y a veces, mirar de verdad —con el alma disponible— es el primer acto de transformación.
Este libro está pensado para quienes saben que el compromiso no empieza solo en la acción, sino en la forma en que se mira al otro. Para quienes, en medio de decisiones complejas, no han olvidado que la dignidad de una persona no es negociable. Y para quienes creen que no basta con cambiar el mundo: también hay que aprender a sostenerlo.
Por eso, después de cada relato aparece un texto breve. Es un reflejo, una escena situada al otro lado: allí donde la vida sigue con normalidad, donde el dolor no se siente pero tal vez se sospecha. Estos interludios no explican lo ocurrido. Pero invitan a pensar en qué parte del espejo estamos cuando algo sucede lejos, y no lo vemos. O no queremos verlo.
Cada relato es una pregunta que no se cierra. Un espacio que no busca respuestas, sino lectores dispuestos a habitarlo con humildad.
Gracias por entrar.
