Antes de leer
Hay relatos que no nacen del deseo de contar, sino de la necesidad de recordar. Este es uno de ellos.
No pretende explicar lo inexplicable, ni poner palabras donde solo hay silencio. Pretende, sencillamente, sostener la memoria de un instante que partió en dos la vida de quienes lo habitaron.
Desde la orilla, entre el rumor del mar y el temblor de las manos, la narradora de esta historia comparte su mirada para que no olvidemos. Para que el dolor no se quede solo. Para que, tal vez, al leerla, reconozcamos algo nuestro en el eco de los otros.
Porque hay heridas que no sanan, pero enseñan a mirar más hondo. Y hay memorias que, al compartirse, se vuelven un poco menos pesadas.
Empieza el viaje
Desde la orilla es un relato hondo y conmovedor que entrelaza memoria, duelo y humanismo a través de la mirada de una narradora profundamente vinculada al mar. Lo que comienza como un recorrido íntimo por su propia historia —marcada por la figura del padre pescador y por la relación simbólica con el océano— se transforma en un testimonio desgarrador cuando presencia el naufragio de un cayuco frente a La Restinga .
Con una voz serena, el texto acompaña a los supervivientes y a quienes ya no pudieron llegar: un joven aferrado a un cuaderno lleno de dibujos; una madre que aún mece a su hijo sin vida; una niña con miedo al agua; Zahara, que perdió a su hermana en el intento de salvarse juntas. Cada figura aparece tratada con una delicadeza que evita el sensacionalismo y apuesta por la dignidad del silencio compartido .
El relato no busca explicar la tragedia, sino sostenerla: mostrar cómo una comunidad se reúne en la noche, cómo las velas encendidas y las palabras de los niños se vuelven pequeñas brújulas para seguir respirando. A través de imágenes delicadas y una prosa contenida, Desde la orilla se convierte en un acto de memoria y presencia, una invitación a no mirar hacia otro lado y a reconocer en el dolor ajeno un espejo que nos humaniza.
